Día 47 (por la noche, en mi celda)

El inspector ha venido a verme. Una extraña sonrisa se dibujaba en su cara. Soy el presunto asesino de un pobre hombre que estaba en su coche. Además, me dice, me van a intentar achacar todos los asesinatos. Creen que soy un loco asesino en serie.

Me da igual. No pienso declararme culpable, por supuesto, pero me da igual. Ahora mismo estoy completo. Soy Dios otra vez. Nada podrá detenerme. Nada podrá hacer que cumpla mi cometido. Podré esperar para hacerlo. Soy Dios. Soy inmortal. Tengo toda la eternidad para acabar mi trabajo.

–Ese hombre, el del coche, era un maldito asesino. Él era el asesino –digo con desprecio–. Era Judas.

–Ese hombre, desgraciado, era un don nadie. Y a ti se te va a caer el pelo.

Ahí acabó mi conversación con el inspector. Se dio la vuelta y se fue. Ahora estoy solo en mi celda. No llevo ni un día. Pero todo lo que tiene un principio, tiene un final. El fin de mis días negros está cerca, y la gloria vendrá a mí cuando salga de aquí.